Descubre nuestro románico más auténtico en una naturaleza impresionante. Villas medievales, fortalezas inexpugnables, ermitas encantadoramente perdidas y pueblos que atesoran una arquitectura y una cultura que se pierde en la noche de los tiempos: he aquí el Sobrarbe, he aquí el país románico, en el corazón de los Pirineos.
El pueblo del mismo nombre conserva una bella casa-torre que domina todo el caserío; sobre un promontorio el verdadero señor del lugar, la iglesia de San Vicente, una de las más bellas e interesantes de todo el Sobrarbe. Su ábside tiene una traza perfecta, bellamente decorado; en su interior un sinfín de sorpresas artísticas como el magnífico retablo dedicado a San Vicente Mártir, de finales del siglo XV. En el exterior un esconjuradero y la casa abacial, incuestionable.
En Javierre el ambiente pirenaico es total. Su caserío, a gran altura, esconde una joyita románica, su iglesia de Santa Eulalia. En el interior otra sorpresa, un magnífico retablo dedicado a la misma santa, Santa Eulalia de Mérida, de fines del XV, impresionante. Románico y alpinismo en estado puro.
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En un paraje excepcional de aislamiento y tranquilidad Almazorre alberga una pequeñita iglesia románica, reluciente e íntima, que guarda un tesoro en su interior: un ábside con su bóveda que forman un marco inmejorable para contemplar sus pinturas románicas de temática religiosa y bélica. Nos quedamos sin palabras.
Un pueblecito que da nombre a un valle de alta montaña, escondido y misterioso. Sobre un pequeño altozano se alza su íntima y coqueta iglesia románica, un descubrimiento a la altura de la majestuosidad del paisaje. En su interior, un magnífico pantocrátor románico, pintado al fresco en la bóveda del ábside. Es copia del original que se encuentra ahora en la catedral de Barbastro.